Y ¿qué ha pasado en nuestras vidas, tan importante, que hemos olvidado todo esto de lo que disfrutábamos? ¿Tenemos ahora alguna afición, además de las que compartimos con nuestros hijos, para disfrutar? ¿Nos permitimos hacer lo que nos fluye o lo encerramos siempre en la caja de "pendientes para hacer cuando tenga tiempo"? ¿Priorizamos "quehaceres" u obligaciones del hogar, del trabajo, nuestros o de nuestros hij@s por encima de disfrutar de los pequeños detalles de la vida y la naturaleza? ¿Hemos acostumbrado tanto a nuestros sentidos que ya no tenemos la capacidad de sorprendernos con una hormiga que lleva una carga más grande que ella a cuestas? Por ejemplo.
Estoy volviendo a mi infancia, con una sensación de paz en mi interior y una sonrisa suave en mi rostro. Pensando en qué era aquello que me hacía correr hacia mi madre o mi padre, feliz de contarles mis nuevos hallazgos y con la expresión en la cara de que no puede haber nada mejor en ese preciso instante. Y me salen unas cuantas.
- Hacer bolas con el barro del cole. La lluvia dejaba la tierra barrosa en el patio y me encantaba modelar bolas, eran como albóndigas. Luego me las llevaba a casa como un tesoro que había hecho con mis propias manos.
- Saltar encima de sitios blandos. Cuando era pequeña, recuerdo que me encantaba cuando llegaba el verano y con él las épocas de ferias que siempre tenían las (por entonces) típicas camas elásticas. Las de aquellos tiempos no tenían arnés, ni mucha separación entre las camas elásticas individuales. Eran como cuadrículas de camas elásticas si mirabas desde el cielo y podías hacer el cafre todo lo que quisieras... dar volteretas, caer con el culo, a pata coja, tirarte de cabeza a la cama elástica del vecino... Las que veo ahora tienen arnés, son ultra seguras y para mi gusto... un poco más aburridas, jeje. Embarazada iba a clases de pilates y me encantaba cuando tocaba Bosu. Me sentía ágil y alegre y saltar en él, de uno a otro, me parecía divertidísimo. ¿Es algo inherente al ser humano en permanente crecimiento esto de saltar en la cama, el sofá, las camas elásticas?
- Comer con las manos y mancharme las manos, la cara, la ropa... y probar la textura de la pera jugosa, de la nocilla cremosa o de la gelatina temblorosa que en todos mis cumpleaños acababa pegada en la pared, por debajo de los sofás... y tanto que lo disfrutábamos todos. Esto de comer con las manos incluye para mi gusto las típicas catapultas de comida con una cuchara directas al vecino de enfrente ;).
- Contar todos los días los escalones que hay hasta la puerta de casa. Yo sabía que había 21, creo recordar que esa era la cifra. Y si no llegaba a la misma cantidad... algo había hecho mal. Esto es parecido a eso de pasar los pasos de peatones sólo pisando las rayas blancas o sólo la parte negra.
- Capturar una mariquita y darle de comer. Coger unos bichos bola del patio y ver cómo se hacen bolita cuando les tocas para protegerse. Tener y cuidar a los gusanos de seda hasta que se hace mariposa y se van volando. Esto sí que son clases de biología en directo. Ojalá el aprendizaje en las escuelas fuera de este tipo.
- Amasar harina, agua y aceite con las manos, las manos llenas de harina, la ropa, la cocina entera... un soplido y hay harina en todas partes. Y de repente... ¡sale pan! ¡La sensación placentera de amasar y amasar y la maravilla de que después de un rato de calor te lo puedes comer y está rico rico!
- Pisar un charco o tirar piedras en él para ver hasta dónde llega la onda. ¿No es maravilloso jugar así con la física? Así la física la entenderíamos mejor, física de campo, no de libro. Y nos gustaría más porque ¡es algo inherente a nuestra naturaleza!
Yo sigo abriendo la boca cuando la tengo llena para enseñar la comida bien ensalivada y triturada. Y me encanta. Eso sí, sólo lo hago en la intimidad del hogar y de vez en cuando ;). Y nos echamos unas risas. ¿Qué es lo que hemos perdido? ¿Inocencia, espontaneidad? ¿Cuáles son las cosas realmente importantes en nuestras vidas? ¿Nos hemos parado a pensar en esto o estamos completamente metidos en la ola del trabajo, casa, el telediario y la crisis...?
Y tú, ¿permites a tus peques disfrutar de todos estos placeres? ¿Sus albóndigas de barro siguen en casa? ¿Juegas a no pisar las juntas de las baldosas?
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