3 sept 2013

¿Hay que enseñar a comer a los niños?

Hoy traigo una reflexión acerca de los niños y la alimentación. Un tema que da para mucho. ¿Realmente los padres somos responsables de "enseñar a comer" a los niños? ¿O deberíamos ser simples facilitadores de procesos naturales evolutivos? ¿O deberíamos ser simplemente modelos de alimentación y rutinas saludables?

La alimentación de los bebés es un tema muy en auge siempre. Se escriben libros, se dan charlas, las familias lo ven como un tema complicado: "es que mi niño come fatal", "mi niño no come"...Realmente hemos llegado a unos puntos de real ansiedad y sufrimiento con este tema. Preocupación excesiva de los padres y sufrimiento de todos en general. ¿Debe ser así? ¿Hay otras formas de hacer el proceso más agradable y fluido?

Nuestros vecinos tienen unos nietos mellizos de unos dos años y parece que este domingo se han quedado a comer con ellos sin los padres. Se oyen todo tipo de juegos, de trucos (el avión, una por papá...), los dibujos animados de fondo por si cuela y le meto un par de cucharadas más sin que se dé cuenta... mi pregunta es... ¿es necesario todo esto? ¿Comer no es algo natural que hacemos los humanos si queremos sobrevivir? Tenemos todos ese instinto de supervivencia y comemos sin que nadie nos diga que tenemos que hacerlo, ¿no? Entonces... ¿por qué tanto revuelo alrededor de la comida? ¿No será que no les dejamos aprender de forma relajada y de ahí vienen los problemas?
Esto es lo que yo he aprendido de mi experiencia y de las experiencias de amigas y gente conocida:
  1. Los padres se quejan de que sus hijos no comen curiosamente lo que ellos tampoco comen. Esto me hace gracia porque algunos ni se dan cuenta. Una amiga en concreto me dijo «ya me dirás recetas para hacer con verdura porque no les encuentro el punto y el niño la come fatal». No les encuentro el punto significaba que no las comen mucho en casa. Así que, cómo va a comerlas el niño con emoción. Intentamos que tengan la mejor alimentación del mundo sin pensar en que somos nosotros los modelos que ellos siguen. Lo primero que podemos hacer nosotros es revisar nuestras rutinas y nuestra alimentación si queremos enseñarles algo.
  2. En ocasiones hay niños que con 2 años no quieren probar sólido. Si cuando tienen la curiosidad natural les dejamos experimentar con sólidos luego no les pasará esto, será algo muy interesante y divertido. ¡Y suele ser bien pronto! Nosotros lo hemos probado con Mario desde los 6 o 7 meses y ahora no hace ascos a nada por lo general. No todos los bebés tienen ganas de sólido a la misma edad, pero se trata de permitirles experimentar, darles la oportunidad, y así cuando les apetezca, ya estamos disponibles para ello. Si les damos sólo triturados hasta que nosotros decidimos que es mayor para empezar a comer sólido igual no llegamos en buen momento. Son ellos los que tienen que decidir acerca de esos aspectos. Y nosotros, los simples facilitadores. Si les dejamos experimentar con trozos de comida aprenden qué tamaños pueden manejar y cuáles no, al contrario de lo que pueda parecer. A mí me lo han dicho muchas veces comiendo fuera «el niño se ha metido un trozo enorme en la boca» con cara de susto... y él cuando se ha dado cuenta lo ha escupido hacia afuera y se acabó el problema. Ningún atragantamiento. Pueden ser más los sustos que nos llevamos nosotros debido a nuestros miedos que los problemas reales que esta forma de alimentación suelen dar. En mi experiencia ha sido así. 
  3. El mito por excelencia: los bebés sin dientes no pueden masticar. No mastican con los dientes, pero sí con las encías. Prueban texturas, tamaños y mastican. Y sobre todo, lo hacen con gusto, comerán poco al principio, pero disfrutan. Ven el acto de comer como algo nuevo, divertido, interesante. 
  4. Habitualmente les damos de comer en su horario y comparten poco tiempo de comer con nosotros. A veces no es fácil, pero es interesante intentar adaptar un poco los horarios familiares a ellos para poder compartir las comidas. Si duermen la siesta pronto, darles algo de media mañana y comer todos después de su siesta, por ejemplo. De esta manera esos momentos se convierten en un acto social de comer con la familia y así nos ven a nosotros cómo nos comportamos. Les da curiosidad por intentar comer con tenedor como nosotros (después de haber pasado la etapa de comer con las manos que es super interesante) y de beber agua como nosotros en vasos "de mayores" y de esta manera evolucionan de forma mucho más natural.
  5. No hace falta manipular a los niños para que coman. Si dejamos que el interés salga de ellos, no tendremos que buscar trucos, juegos o manipulaciones varias. Serán ellos solos los que querrán comer o no. O comerán más o menos. Pero ellos deciden. Y si les permitimos decidir, deciden bien. Está demostrado. Como decía mi abuela a sus hijas cuando la obligaban a comer "en mi estómago mando yo". Me parece una frase estupenda, seguro que muchos de los bebés a los que cebamos a comer la dirían si pudieran. Y si a un niño no le apetece comer porque está muy cansado, podemos (y debemos) permitirlo. Desde luego de hambre o malnutrición no va a morir. Yo ahora, adulta, por ejemplo, si tengo conflicto entre hambre y sueño siempre duermo primero, y ya tendré tiempo de comer cuando me levante. Y no pasa nada. Así que no hay que preocuparse en exceso.
  6. Las peleas con los niños a la hora de comer generan la mayoría de los rechazos a los alimentos que luego tienen. El hecho de ofrecerles aliementos variados (los mismos que tomamos nosotros con excepción de los que aún no puedan tomar por edad) les da la oportunidad de probar de todo y nutrirse bien. Insisto que al final el origen de todo está en nuestra propia alimentación y lo que comemos en casa y por tanto, lo que les ofrecemos. Además, convertimos los momentos de comer en familia en problemas, en situaciones desagradables que nos producen ansiedad o rechazo. A pensar en qué hacer de comer y que suponga un momento difícil... Vivimos mucho más relajados todos si les dejamos seguir su ritmo.
En resumen... el proceso de alimentación infantil es mucho más sencillo de lo que nos pensamos. No se trata de medir calorías, proteínas, nutrientes y estresarnos si no han tomado los gramos de pollo que tocaba... Ellos están mucho más conectados con su cuerpo que nosotros, no tienen tantos condicionamientos, adicciones (azúcar, harinas...), si un día quieren comer muchas patatas, será que el cuerpo les pide hidratos, al día siguiente igual toca más proteínas... a su ritmo. 

Apoyémosles y dejémosles ser  como ellos son y que decidan sobre su cuerpo y su alimentación.

¿Cuál ha sido tu experiencia en cuanto a la alimentación de tu hijo? Estaré encanta de que me la cuentes abajo, en comentarios.

¡Que pases un buen martes!

Gala Rodríguez

No hay comentarios:

Publicar un comentario